Ayer empezaron el cole las peques. Después de casi tres meses de vacaciones ya han vuelto a su rutina. Y ayer en los coles había de todo. Había lagrimas, abrazos, risas pero, sobretodo, muchas emociones.
Hay padres y madres que se alegran de la vuelta al cole, que llevan ya varias semanas repitiendo la famosa frase de… ¡qué ganas tengo de que empieces! También veo padres que reaccionan de forma completamente contraria. Padres que se quejan de la vuelta al cole, que dicen que las vacaciones siempre son pocas y que demandan más tiempo para estar con sus hijos sin rutinas. ¡Pobres, con lo rápido que ha pasado!
Yo, si soy sincera, tengo sensaciones encontradas. Ni me alegro ni lloro. Me encanta el verano y las vacaciones. Poder pasar muchos más tiempo con ellas. Olvidarnos de las obligaciones y los horarios. Poder improvisar planes sin tener que estar pendiente de agendas o pensando angustiada en que tengo que llegar pronto a casa porque al día siguiente toca madrugar y hay que acostarlas pronto.
Toca volver sí, no queda otra, pero volver al cole, a las rutinas tampoco tiene porque ser malas. Nosotros lo hacemos de forma calmada porque desde hace un tiempo descubrimos que merece la pena vivir de otra forma y lo intentamos cumplir cada día. Las vacaciones sin reloj y sin horarios son un gusto pero volver a nuestras obligaciones no tiene porque significar ir corriendo a todos los sitios, se puede volver de forma relajada.
Por suerte para mis niñas el cole aún es juego, y ojalá esa forma de verlo les dure mucho tiempo. Les encanta aprender cosas nuevas cada día y compartir momentos y experiencias con todos su compañeros de clase y amigos. Tanto es así que ellas eran las que en casa llevaban más de dos semanas preguntando cada día: ¡Mami! ¿Cuántos días faltan para volver al cole? Y yo las veo así y no puedo estar más que contenta y feliz también de su vuelta.
A ratos me entristece volver, dejar atrás lo vivido, y sentir una vez más en mis carnes que el tiempo no pasa, que más bien vuela. Y a una velocidad que muchas veces da vértigo. Comenzamos un año más, mis peques son un año más mayores y entonces es cuando me invade la nostalgia y suelto alguna que otra lagrimita.
Y a ratos también me alegro porque mentiría si os dijera que no tengo momentos de saturación con ellas. Confieso que a veces he sido yo la que he querido acelerar el tiempo. Y mucho más en verano cuando compartimos mucho más tiempo juntas.
Y con esta mezcla de sentimientos empezamos el curso aquí. Con buen sabor de boca por el verano vivido, con muchas ganas de disfrutar lo que venga pero también con algo de pena y morriña. Y tú, ¿ries o lloras con la vuelta al cole?