Antes de ser madre nunca fui capaz de imaginar lo que significaba tener un hijos, el amor tan brutal y tan «animal» que se puede llegar a sentir por ellos. Un amor puro, sincero y eterno. Un amor que desborda, que rompe barreras y que crece con cada mirada, con cada palabra, con cada paso, con cada beso, con cada juego, con cada enfado, con cada risa, con cada llanto… Un amor infinito, sin más.
Ya han pasado cinco años. Cinco años desde que sentí por primera vez sus movimientos fuera de mí. Cinco años lentos y disfrutados que han pasado volando. Cinco años que me gustaría enfrascar en tarritos y nunca olvidar. Cinco años para coleccionar. Cinco años cargados de vivencias, de miedos, de cambios, de retos, de superaciones, de aprendizaje constante… Cinco años rebosantes de felicidad que no cambiaría por nada del mundo. Cinco años ya desde que revolucionaron mi vida. Vida que soy incapaz de imaginarme si ellas. Sin sus risas, sus juegos, sus llantos, sus peleas…
Siempre he pensado que los hijos son el primer amor que elegimos sin que nos elija… Precioso
Y el más puro y más eterno. ¡Muchas gracias por pasarte!